Podcasst – Ejercer la compasión y amor por los pobres

Francis Kohn

Ejercer la compasión y amor por los pobres

 

En la precedente enseñanza, hemos visto cómo la adoración era la fuente del celo por la “salvación de las almas” que animaba a Pierre Goursat. Voy a tratar ahora de mostraros que era también el origen de su gran compasión, de su caridad, de su amor por los pobres y de todo cuanto emprendía para ayudar a las personas en dificultad.

Diferentes acontecimientos hirieron profundamente el corazón de Pierre Goursat en su infancia y juventud: la separación de sus padres, los trastornos psicológicos de su padre, la muerte prematura de su hermano menor, su propia enfermedad y su salud frágil. Y, aunque algunas de estas heridas permanecieron muy vivas hasta el final de su vida, abrieron su corazón a los sufrimientos de los demás. Porque Pierre no se encerró ni replegó sobre sí mismo, estos traumatismos fueron el sustrato en el que germinó y se desplegó a continuación su compasión.

 

Desarrollaré 6 puntos.

 

-1) De la compasión “afectiva” a la compasión “efectiva”

En francés, como en otras lenguas, la etimología latina del verbo « compadecerse» significa « sufrir con ». La compasión es la capacidad para dejarse conmover, afectar por el sufrimiento del otro; pero que supone una purificación del corazón. Si bien la sensibilidad y la empatía son cualidades que nos acercan a los otros, la sensiblería es un obstáculo para ejercer la compasión, porque corremos el riesgo, en este caso, de dejarnos sumergir por nuestra afectividad y nuestras emociones. Pierre subrayaba que no había que permanecer a nivel de los sentimientos, en una compasión “afectiva” y que lo importante es vivir una compasión “efectiva”, que nos empuje a orar por esas personas en dificultad y a poner por obra todos los medios para ayudarlas concretamente. Decía también que la compasión es, primero de todo, un don que recibimos de Dios si le dejamos modelar nuestro corazón en la oración. Indicaba:

« No se trata de filantropía. Es caridad, algo muy diferente, ¡se trata realmente del amor del Señor! Ese corazón conmovido por la compasión, es un don. Es el Señor quien nos lo da, tocado al ver que nos ocupamos de los pobres y de los que sufren, que son los más cercanos a su Corazón »[1].

 

-2) La adoración abre nuestro corazón a la compasión hacia todos los que sufren

Pierre Goursat nos decía a menudo que la adoración eucarística abre nuestro corazón a la compasión: « En la adoración, Jesús quiere darnos la compasión de su Corazón, la dulzura de su Corazón »[2]. Contemplar a Jesús en el Santísimo Sacramento transforma nuestra mirada hacia los demás, nos dispone para amarles. Pierre afirmaba también: « Venimos a reponer fuerzas en la adoración, pero luego debemos permanecer toda nuestra vida en ese amor; de modo que cuando encontramos a los hermanos, permanecemos en Su amor y los recibimos con Su amor »[3].

San Pablo escribe: « El amor de Cristo nos apremia, al pensar que uno sólo murió por todos » (2 Co 5, 14). Y Pierre ponía de relieve que, dejándonos inflamar por el fuego de la caridad, somos empujados a reconfortar a los que sufren. Decía: « Cuando adoramos, nos ponemos enteramente en brazos de Jesús y le pedimos que nos abra el corazón. Ardemos de amor e irradiamos. E, inflamados de amor, en la oración o con los enfermos, ardiendo siempre de amor, vemos a Jesús por todas partes »[4]. Añadía: « Le adoramos; y el Señor hace, al mismo tiempo, que nos dolamos de  todo el sufrimiento del mundo»[5].

Pierre explicaba que compadecernos por los sufrimientos de los demás nos renueva profundamente cuando tenemos dificultades para adorar, cuando experimentamos aridez. Hablaba así a los jóvenes: « No somos capaces de cambiar nuestro corazón, porque somos pobres. Pero si le pedimos al Señor que nos lo cambie – y sólo para Él es posible – poco a poco nos transforma, nos cambia, llena nuestro corazón de una caridad muy grande »[6]. Nos decía también: «Cuando empezamos a tener el corazón tocado por la compasión, empezamos a transformarnos poco a poco. Y vemos en ello, verdaderamente, el poder del Señor, la bendición del Señor[7]. Insistía: « ¡Cuando estamos con Jesús que sufre, sufrimos también! ¡Y ya no sentimos sequedad! »[8].

Lejos de alejarnos del mundo, la oración, al contrario, nos acerca, porque abre nuestro corazón a todas las miserias humanas, como explicaba Pierre en 1981:

« Si pasáis por un periodo de sequedad y os aburrís y no sabéis qué hacer, o estáis nerviosos, sumergíos en esta compasión, en el amor del Señor […]. Porque, no sólo esto repercute sobre los estados de ánimo, sino que os orienta, además, hacia todos los que sufren; y vais a decir, a continuación: “¡Tengo que hacer algo concreto para ayudar a mis hermanos!”. Así que, [la adoración], no es una huída [de la realidad]. Es un compromiso […]. Resulta claro que, en la adoración, de forma normal, nuestro corazón debe estar abierto y compadecerse verdaderamente […]. Adoramos al Señor Jesús. Y debemos creer verdaderamente en esta Presencia real […] una presencia que es muy real y muy concreta, porque el Señor se ha encarnado y quiere quedarse con nosotros […].

El Señor se compadece de todos los sufrimientos del mundo y está con todos los seres que soportan grandes sufrimientos. De manera que, cuando adoramos al Señor, nos compadecemos de todos los sufrimientos, de los Suyos y todos los de los demás […]. Nuestra Comunidad se llama “Emmanuel”: “Dios está con nosotros” y nosotros estamos con él. Por eso prestamos servicios y, hagamos lo que hagamos, nos decimos: “Señor Jesús, te lo  ofrezco por los enfermos graves, por los torturados, por toda la gente desesperada” » […]. Pierre proseguía: « Luego hay que pasar a la práctica, porque somos contemplativos, pero [también] apostólicos […]. ¡El tiempo apremia, tenemos que actuar! »[9].

La caridad hacia el prójimo es, pués, el primer fruto suscitado en nosotros por la adoración. Si no nos empuja a amar y actuar concretamente para aliviar a los que sufren, significa que no es verdadera, que es una ilusión. Pierre decía, en efecto:

« En la oración y la adoración, somos revestidos verdaderamente con la fuerza del Señor, pero es necesario también que esto nos conduzca al servicio de nuestros hermanos »[10]. Y precisaba:

« Si adoramos al Señor y esto no produce frutos de caridad, se trata de una adoración encerrada en nosotros mismos y que no es verdadera. Mientras que, cuando se está en contacto con la miseria, con el sufrimiento, con las tinieblas y vemos hermanos que sufren, nuestro corazón se conmueve de compasión profunda, real y concreta […]. Con caridad, pedimos al Señor que ayude a esos hermanos, y empezamos así a arder verdaderamente de amor y a vivir realmente la caridad».

Hablando de la vocación de la Comunidad del Emmanuel, Pierre añadía luego:

« Es una gracia contemplativa y espiritual, nacida en la adoración, nacida del ardiente amor de Jesús y de los hermanos, que empuja a una acción, por amor al Señor y a los hermanos […]. Y, como decía Madre Teresa, adoramos, pero no dejamos, a continuación,  la adoración por los hermanos; continuamos adorando a Jesús en el hermano, o con los hermanos»[11].

Pierre nos exhortaba a no contentarnos con buenos sentimientos, sino a actuar concretamente: « Cuando se nos dice que debemos amar con actos y en verdad, es cierto. No debemos permanecer diciendo “¡Señor, Señor!”, sino que debemos actuar, amando con actos, pero también en verdad; ¡Esto es lo esencial! »[12]. Para Pierre, no se trataba sólo de palabras.

 

-3) Una caridad muy concreta en la vida cotidiana

La caridad de Pierre Goursat era muy concreta y se expresaba, antes que nada, en la vida cotidiana, a través de una atención cuidadosa hacia los que le frecuentaban.

Desde una edad muy temprana, Pierre Goursat estuvo muy atento a los demás, preocupado por su bien. Sus padres se separaron en 1923 y su padre, Víctor, sufría de un trastorno de persecución, hasta el punto de negarse a ver a sus allegados y de dormir con una pistola bajo la almohada, por temor a que vinieran a matarle. Como vivía pobremente, con pocos medios, Pierre enviaba cada semana a su asistenta para llevarle alimentos a su apartamento; pero la acogía mal, pensando que su hijo quería envenenarlo.

Después de la guerra, Victor Goursat fue expulsado de su apartamento, encontrándose en la calle de un día para otro. Vivía con una gran pobreza, sin domicilio fijo. De vez en cuando era acogido por miembros de su familia; pero a veces dormía como un mendigo, bajo el porche de un inmueble o en el interior de un coche. Terminó su vida en un asilo psiquiátrico, donde Pierre iba a visitarle con regularidad. Se ocupó mucho de él en ese momento y le ayudó a reconciliarse con Dios.

A pesar de su propia salud precaria, Pierre asistió también a su madre para mantener la pensión de familia, cuando ella estaba gravemente enferma. Siempre estuvo, igualmente, disponible para escuchar a sus amigos, apoyarlos y reconfortarlos, cuando unos u otros atravesaban pruebas y dificultades.

Como responsable de la Comunidad del Emmanuel, Pierre Goursat tenía una mirada de benevolencia hacia cuantas personas acogía. Dedicaba a cada uno un tiempo gratuito. Los que lo conocieron, dicen: « Con Pierre, sentíamos verdaderamente que existíamos. Amaba de verdad a los demás »; « daba la impresión de amar a cada uno en particular » O también:

« El amor de Pierre, era realmente un amor de caridad: uno se sentía amado por él. Cuando nos hablaba o nos escuchaba, éramos únicos en el mundo».

Pierre tenía la misma amabilidad con todos y se interesaba por cada uno en particular, se preocupaba de acompañar a las personas, de hacer que progresaran y de valorizarlas. Estaba lleno de bondad,  era muy acogedor con todos, especialmente con los más humildes, no queriendo que nadie se sintiese olvidado. Su caridad era muy concreta: animaba a los que trabajaban en la Péniche, preguntaba a cada uno por su familia, pedía noticias de los enfermos.

Durante toda su vida, hasta el final, Pierre Goursat recibió a miles de personas, muchas de las cuales muchas se cuestionaban su vida y su vocación. Venían a abrirle su corazón y a pedirle consejo. Otras atravesaban grandes tribulaciones morales o físicas. Su gran delicadeza de corazón le permitía percibir el sufrimiento y las expectativas de las personas con las que se encontraba. Tenía el don de escucharlas y aconsejarlas con mucho acierto. Su caridad se ponía de manifiesto estando siempre disponible cuando se le solicitaba. Pierre escuchaba con comprensión y benevolencia, y exponía, luego, su punto de vista, para ayudar a su interlocutor a reflexionar y ponerle frente a la verdad, con una gran sobriedad de palabra y en términos simples y concretos.

 

Pierre se preocupaba por la vida de la gente, se aseguraba que la habitación de tal estudiante tuviera calefacción, que tuviera una buena manta. Una joven tuvo que ir a visitar a su padre hospitalizado, durante un fin de semana comunitario. Pierre la felicitó por esta buena acción. Dice ella: « ¡Una tal atención fraterna -sabiendo que tenía grandes responsabilidades y que éramos muy numerosos- me emocionó profundamente y me dio mucha fortaleza para continuar mi camino con valentía ».

 

 -4) Diferentes iniciativas para ejercitar la compasión en comunidad

La compasión de Pierre se expresaba también a través de diferentes obras de caridad que lanzó para venir en ayuda del mayor número posible de personas. Os voy a dar algunos ejemplos.

 

Visitas a los enfermos y a los ancianos en los hospitales

Pierre exclamaba: « ¿Dónde podemos encontrar a Jesús? En los enfermos, puesto que él dice: “A mí me lo hicisteis”. ¡Sois afortunados, entonces! ¡Y seguros de estar en la verdad! El último día seremos juzgados sobre el amor»[13].

Pierre Goursat portaba una atención muy especial a los enfermos, de los cuales había compartido las condiciones difíciles y la soledad durante años. Enfermo de tuberculosis a los 18 años, Pierre pasó varias temporadas en sanatorio, entre los años 50 y 60. Levantaba la moral a los otros enfermos y les hablaba de Dios. Cuando pasó a la sala de los moribundos, retenía la tos para no molestar a sus vecinos. Más tarde, iría a visitar a los enfermos de cáncer al hospital, no dudando en hacer un largo viaje hasta otra región, para reconfortarles. Invitó a los miembros de la Comunidad a visitar a los enfermos en algunos hospitales.

En 1978, se constituyó un primer equipo, con el fin de ayudar al capellán del hospital de Sevran, en un suburbio pobre al norte de París. Cada semana, varios voluntarios alababan y adoraban media hora en la capilla del hospital, antes de pasar a visitar a los enfermos, muchos de los cuales eran terminales. Rezaban con ellos y aportaban la comunión a los que lo deseaban. Algunos pedían el Bautismo o la Primera Comunión; otros, ya sin ninguna práctica religiosa, pedían confesarse o comulgar de nuevo.

En octubre de 1981, otro equipo comenzó las visitas semanales en el hospicio de Nanterre (al oeste de París), que recibía enfermos muy pobres e, igualmente, mendigos y personas marginadas. Era un auténtico consuelo para aquellas personas, la mayoría de las cuales, no tenía familia. Algunas recobraron la fe y el camino hacia la Iglesia, solicitando los sacramentos. En 1984, la capellanía del hospital Sainte-Périne de París, que recibía enfermos terminales, fue confiada a la Comunidad del Emmanuel. Fueron aseguradas las visitas, igualmente, en otros hospitales y residencias de ancianos de la región parisina.

 

SOS-Oración: permanencia de escucha y oración por teléfono, día y noche

Pierre sentía una gran compasión por las personas depresivas o frágiles psicológicamente. Al final de la tarde, llamaba por teléfono a las que tenían necesidad de ayuda urgente. Las escuchaba, las infundía confianza y ánimo. Con su compasión y su paciencia, pudo salvar a algunos jóvenes que habían intentado suicidarse o que estaban pensando en hacerlo.

Pierre maduraba en la oración el proyecto de un lugar en París para acoger a quienes tenían necesidad de confiar sus dificultades, cuando en enero de 1979, alguien solicitó verle. En noviembre, el hermano de esta persona había caído gravemente enfermo y había muerto tres semanas después, entre atroces sufrimientos. Sometió a Pierre la idea que le había venido, tras esta experiencia dolorosa, de crear una permanencia telefónica 24h/24h, para escuchar a aquellos que no tenían a nadie con quien explayarse, y rezar con ellos. Propuso a Pierre el nombre de SOS-Oración, cuyo primer significado en inglés es “Save our souls, es decir, “Salva nuestras  ”.

Pierre vio en ello un signo del Señor y en algunas semanas encontró un local y las personas para asegurar SOS-Oración, que fue lanzado, con una gran publicidad, el 14 marzo de 1979: una gran cadena de radio privada difundió varias veces un reportaje sobre la Comunidad del Emmanuel que evangelizaba en la calle y comunicó a la antena el número de teléfono de SOS-Oración, ¡precisamente un día en que las radios públicas estaban en huelga! Ese mismo día se recibieron numerosas llamadas y el número de ellas aumentó muy rápidamente. Pierre Goursat recibió el acuerdo del arzobispo de París para que el Santísimo Sacramento pudiera estar presente en una pequeña capilla al lado del despacho donde, “los que escuchaban”, recibían anónimamente las llamadas telefónicas que llegaban de toda Francia y del extranjero, y confiaban al Señor todas esas situaciones difíciles. En 1980, una persona fue nombrada responsable del servicio, junto con una cuarentena de voluntarios de  la Comunidad, que se sucedían sin interrupción, día y noche, para asegurar la permanencia de escucha telefónica. Muchos de nosotros hacíamos eso, después de nuestro trabajo: durante una noche, rezar y atender a esas llamadas. El número de llamadas aumentó rápidamente.

Otras antenas de SOS-Oración se abrieron seguidamente en Francia y en varios países.

 

-5) El amor a los pobres caracterizaba a Pierre Goursat

“La opción preferencial por los pobres” ha sido siempre una prioridad en la práctica de la caridad de la que testifica la tradición de la Iglesia, especialmente en su Doctrina Social. Encuentra su fuente en la Escritura, que subraya que la acogida y la evangelización de los pobres es un signo de los tiempos mesiánicos: « El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad… para consolar a todos los abatidos » (Is 61, 1-2). Son los versículos que Jesús leyó en la sinagoga de Nazaret y que comentó, afirmando: « Hoy se cumple este pasaje de la Escritura que acabáis de oír » (Lc 4, 16-21).

La importancia  de la acogida a los pobres fue recordada por el Concilio Vaticano II : «Cristo fue enviado por el Padre a “evangelizar a los pobres […], cura los corazones desgarrados (Lc 4, 18 ), para buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 10 ) : así también la Iglesia abraza con amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren, la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo » (Lumen Gentium n ° 8).

Pierre Goursat sentía una gran afinidad con San Vicente de Paul, que decía a las Hijas de la Caridad: « Dios ama a los pobres, y por consiguiente, ama a los que aman a los pobres».

Dirigiéndose a los responsables de los grupos de oración de la Renovación, evocando el grupo de oración de la Assomption, en París, que había tenido que cerrar porque se había replegado sobre sí mismo y vegetaba, Pierre les decía: « Al principio, decíamos: “¡Jamás habíamos sido acogidos así! ¡Hay aquí, verdaderamente, un calor fraternal extraordinario!”. Y, poco a poco, la caridad se fue enfriando. Es lo que nos dice el Señor: “En los últimos días, se enfriará la caridad(cf. Mt 24, 12). Falta el amor. Así que, si queréis verdaderamente que vuestro grupo de oración marche profundamente, tenéis que ir hacia los más pobres ».

Pierre continuaba exhortándolos a abrirse a los pobres, lo que era para él un criterio de discernimiento. Sabía que esto desanimaría a ciertas personas, pero atraería a otras más generosas: Os cito a Pierre, que hacía siempre prueba de realismo y de humor: «Tened caridad unos con otros, id hacia los más desgraciados, los más pobres, los más desfavorecidos. De esta manera, podéis estar seguros, algunos no tendrán ningún interés en ir, sólo los que están verdaderamente convencidos del amor de Dios os seguirán. De golpe, se hará una selección en el grupo. Los que piensan en su sombrero, los que piensan en sus relaciones o en adquirir poder, está claro que no vendrán para ocuparse de los leprosos o de los vagabundos. No les interesa. Y los que vendrán, son los que aman de verdad al Señor. Y, poco a poco, podréis reconoceros entre vosotros, amaros, ¡y una comunidad de unión espiritual crecerá entre vosotros! »[14]. Pierre mostraba así que es a través de una caridad concreta al servicio de los pobres, como una comunidad cristiana puede nacer y fortificarse verdaderamente.

Pierre Goursat tenía un amor de predilección por los “heridos de la vida”, les “perdidos” a los que amaba verdaderamente.  Voy a daros algunos ejemplos muy concretos.

– La acogida a los mendigos: Durante su vida profesional, acogía en su apartamento a mendigos que dormían en la calle. En los inicios de la Renovación, en 1974, viviendo  Pierre en maisonnée residencial en el presbiterio de la iglesia de Gentilly, un hermano de comunidad fue profundamente impresionado al verlo llegar una noche con una persona sin domicilio fijo de una mano, y su botella de vino de la otra. Cuando podía, Pierre  participaba en el pequeño grupo de oración de la “Boutique verte”, -cerca de la iglesia Saint-Séverin de Paris-, que acogía una vez a la semana, por la tarde, a los mendigos. Pierre les manifestaba una gran consideración, les escuchaba y les reconfortaba. Se sentía muy a gusto con los marginados, y cuando se encontraba con ellos, se detenía para reconfortarles, hablarles del Señor y darles algo de dinero o comprarles de comer.

– La Péniche: Pierre Goursat había comprado la Péniche para hacer de ella un centro de acogida y de prevención contra la droga. Dos jóvenes, Bernadette y Martine, que participaban en los grupos de oración del Emmanuel, vivieron allí, en condiciones espartanas, sin agua corriente, electricidad ni calefacción de 1973 a 1975. Habían propuesto a Pierre acoger a personas pobres y sin techo. Pierre quería adaptar seguidamente la Péniche como lugar en el que vivir y trabajar, pero se encontraba completamente absorbido por el desarrollo de la Comunidad naciente.

En mayo de 1976, Jean-François, un joven que acababa de convertirse en la basílica Notre-Dame des Victoires, llegó de improviso  a  la calle Gay-Lussac, donde Pierre Goursat vivía por entonces en maisonnée. Pierre escuchó a Jean-François durante horas, y como ya no  tenía alojamiento, lo acogió durante varias semanas en su exigua habitación. Pierre le dejó su cama y durmió en el suelo, en un colchón, durante este periodo. Algunos meses más tarde,  Pierre le confió las obras de la Péniche, ayudado por algunos muchachos más o menos marginados. Al mismo tiempo que asumía la responsabilidad de la Comunidad, Pierre siguió a este equipo disparatado durante dos años. Moderaba los ardores de aquellos jóvenes, que eran imprevisibles, pacificaba las tensiones y, con autoridad, tomaba las decisiones para el acondicionamiento de la barcaza.

Cuando Pierre se instaló en la Péniche en 1978, con Hervé-Marie, Martine Catta, Charles-Eric Haugel y un servidor, pude constatarlo, porque yo trabajaba directamente con  Pierre, la puerta de su despacho estaba siempre abierta. Un hermano dice: « Podía haber veinte personas haciendo cola ante su puerta para verle, incluso personas “muy importantes”, que si llegaba un pobre, pasaba delante de todo el mundo». Cuando un pobre o un joven atribulado llegaban de improviso, Pierre dejaba todo lo que estuviese haciendo, para acogerle, no dudando en interrumpir en el acto una reunión de trabajo o de posponer una cita importante. Pasaba mucho tiempo con ellos, los escuchaba con paciencia, los reconfortaba y buscaba soluciones concretas para ayudarles (un alojamiento, un trabajo).

-“El Arca de la Paloma”: Pierre quería también, desde hacía tiempo, crear un lugar para acoger a chicos en dificultad. Le propusieron una casa en el campo, a 70  km de París, que se llamaba “el Arca de la Paloma”. En septiembre de 1979, Pierre me confió la  responsabilidad. Fueron acogidos varios jóvenes; algunos habían tenido una infancia muy perturbada; otros habían conocido la marginalidad, la delincuencia, la droga, la prisión o la prostitución. La vida cotidiana estaba enmarcada por reglas claras, afín de ayudarles a reinsertarse en la sociedad por la vida fraterna, el trabajo y la oración. Cuando, en octubre, decidí entrar al seminario, Guy de Kerimel me sucedió. La acogida de esos jóvenes se trasfirió a otra casa. Y como, al cabo de un año, Guy entró también en el seminario, fueron Robert y Évelyne Bescond quienes aseguraron la continuidad de esta misión en la que Pierre tenía puesto el corazón. A menudo pedía noticias de los jóvenes a los que acogíamos y siguió personalmente a varios de ellos.

– En los grupos de oración, Pierre se quedaba con frecuencia al fondo de la sala y discutía con la gente, es especial con los marginados. Acogió así a personas que habían estado en prisión, como aquel « pequeño bribón, un bandido sin fe ni ley » al que condujo a la conversión, y que participaba en la asamblea de oración; o ese proxeneta fichado en el gran bandidismo. Pierre había acogido también a un gánster muy violento, que había regresado a la calle. Venía a menudo a ver a Pierre y se confiaba a él: « Pierre era la única persona de la cual se sentía verdaderamente amado », dice uno de los primeros sacerdotes ordenados en la Comunidad. Y añade: « [Este hombre] siempre encontraba a Pierre acogedor, lleno de afección y de amor, asegurándole su ayuda fraternal sin cansarse.». Y concluía así: « Allí vi la caridad de Pierre transformar los corazones». Podría daros muchos otros ejemplos que muestran que la caridad en actos, la acogida de los pobres y de los “perdidos”, era una prioridad para Pierre Goursat.

 

-6) Pierre Goursat vivía pobremente y era muy generoso

Pierre no poseía casi nada, lo estricto necesario. Tenía sólo una pequeña pensión de jubilación para cubrir sus necesidades. Según avanzaba en edad, trataba de empobrecerse  cada vez más y de despojarse de todo; y murió en un despojo total, como lo subraya el hermano que era ecónomo por entonces en la Comunidad:

« ¿Con qué murió Pierre? Tenía una maleta, sus viejos libros… ¡y eso es todo! ¡Verdaderamente, el ejemplo de la pobreza! ¡Cuando pensamos que se trata del fundador de una comunidad como el Emmanuel, no se puede imaginar un desapego más grande! ».

Pierre explicaba: « Cuando se vive en la pobreza, se siente la necesidad de identificarse con los pobres, en un mundo en el que no se sabe ya lo que son los pobres »[15].

Muchos fueron marcados profundamente por el testimonio de pobreza de Pierre. Dicen, algunos miembros de la Comunidad: «Me impresionaba mucho esta vida de pobreza, de desapego total », « Pierre era para mí un ejemplo de pobreza. Se daba completamente y no tenía nada suyo», « Esto fue la vida de Pierre: un signo de pobreza, de despojo, de desapego». Basilissa, consagrada en el celibato en la Comunidad, en Ruanda, afirmaba también a propósito de Pierre : « Lo que yo he retenido, es su preocupación por ser pobre, porque no nos apegásemos a los bienes materiales […]. Quería que llevásemos una vida pobre. Insistía sobre la pobreza;  era muy importante para él ».

Piranglo, un gitano por entonces evangélico, fue, también él, muy marcado por el modo de vida pobre de Pierre y su voluntad de no “instalarse” en el confort. Fue lo que le animó a entrar en la Comunidad con otros gitanos. Explica: « De forma personal, me impresionó profundamente la insistencia que ponía en  no apegarse a un lugar o a las cosas;  me conmovía su desasimiento de las cosas materiales […]. Lo que vivimos, a través  de Pierre Goursat, fue el encuentro entre el mundo nómada y el mundo sedentario. Y creo que fue debidos a su pobreza, a su humildad, a su desapego, que encajó con todos nuestros hermanos gitanos ».

La pobreza de Pierre Goursat era fruto de su caridad y de su generosidad. Había hecho la elección de vivir pobremente. Estaba totalmente desapegado de los bienes materiales. Vivió en la pobreza y la privación porque lo daba todo, lo poco que tenía. Era muy generoso y no deseaba conservar nada para sí. Cuando le ofrecían bufandas o ropa, -porque era muy friolero-, muy a menudo lo daba a personas que consideraba más necesitados. Su preferencia era ayudar a las personas necesitadas. Pierre Goursat manifestó toda su vida esta  gran generosidad. Cuando se ocupaba de la gestión de la pensión de familia, envió varios cheques al hermano de una empleada que no tenía gran cosa para vivir. En los años 50, Pierre vivía en el presbiterio de Saint-Philippe du Roule. Recibió un día la visita de una prima hermana que entraría más tarde en la vida religiosa. Ella se ocupaba de familias pobres en gran dificultad, y no sabía cómo ayudar a un artesano que debía pagar urgentemente una deuda. Le habló de ello a Pierre, que le dio inmediatamente una suma importante. Ella, que le estuvo profundamente agradecida ; dice: « Se sentía que tenía el corazón en la mano y que estaba siempre dispuesto a compadecerse de la gente pobre ». Sin embargo, en esta época, como en años posteriores, Pierre Goursat no “nadaba en oro”.

En 1966, Pierre pidió a los miembros de su familia que el remanente de la herencia de su tío Sem -que había muerto muy rico- fuera entregado a los monasterios a los que pertenecían varios de sus primos y primas. Tras dejar su trabajo en el cine, en 1970, a pesar de tener escasos ingresos, ayudó aún a numerosas personas que pasaban necesidad.

 

Como Pierre tenía una gran confianza en la Providencia, no quería tener dinero en su cuenta personal, ni que la Comunidad del Emmanuel hiciera reservas. En 1978, la cuenta de la Comunidad registró un beneficio importante. El hermano encargado entonces de las finanzas, pensaba que hubiera sido prudente conservar esta suma como capital de funcionamiento, para hacer frente a las numerosas actividades de la Comunidad. Pero, animado por el deseo de abandonarse a la voluntad de Dios y por un gran espíritu de compasión, Pierre le pidió que transfiriera al instante la integralidad del saldo de la cuenta a una fundación que acababa de crear otra comunidad nueva, que acogía a personas necesitadas de cuidados psicoterapéuticos. Ante el asombro del contable, Pierre replicó simplemente : « El Señor nos lo pide; si tuviéramos necesidad de dinero, él nos lo dará ».

La pobreza material en la que vivió Pierre era la expresión, el fruto de su pobreza de corazón y de su despojo interior (cf. enseñanza sobre la humildad), pues vivía radicalmente el evangelio y esta palabra de san Pablo: « Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza » (2 Co 8, 9). Es lo que explicaba Pierre Goursat en 1976 cuando evocaba la vocación de la Comunidad. Decía:

« Es ésta, verdaderamente, la gracia del Emmanuel, de Aquél que nació en un establo, tan pequeño, tan humilde; nos pide que nos despojemos de verdad de todo, que vivamos en esta pobreza. Cuando seamos pobres de todo, seremos ricos únicamente de él, y lo tendremos todo »[16]. Voy a hacer, sin embargo, un pequeño comentario. Pierre hizo, sin duda, la opción de  vivir personalmente esta pobreza; pero no nos pidió jamás vivirla a los miembros de la Comunidad, porque no somos monjes o religiosos. Nos invitó siempre a vivir la sobriedad, -lo que es distinto- es decir, mostrar con nuestra vida: cómo nos alimentamos, cómo nos vestimos, cómo empleamos nuestro tiempo libre, que hemos elegido a Cristo. El ejemplo de Pierre es, por ello, hermoso, porque manifiesta su gran humildad; y señala, estoy profundamente convencido, el carisma de la Comunidad, tal y como lo recibió del Señor. Pero, lo repito, Pierre no nos pidió jamás que nos despojásemos de todos los bienes; tenía, sobre todo, esa prudencia; lo que no era el caso en todas las demás comunidades. Precisamente porque la mayoría de los miembros de la Comunidad son laicos, son familias, no quiso nunca que pusiéramos nuestros bienes en común. Aunque somos invitados a ser generosos, a entregar con generosidad el diezmo para que puedan subsistir las obras de la Comunidad, a ser generosos con los más desfavorecidos, con la Iglesia, no es la puesta en común de nuestros bienes lo que Pierre deseaba, porque era muy realista y sabía que lo que el Señor le pedía no era aplicable para todos.

Para concluir esta charla y ver la relación entre lo que he desarrollado en las enseñanzas precedentes, querría subrayar que estas 3 palabras, « adoración, compasión y evangelización », por las cuales Pierre definía la vocación de la Comunidad, constituyen 3 etapas que nacen de un mismo y único movimiento, como he tratado de mostrároslo.

Pierre Goursat escribía, en efecto: « La adoración, fuente de la compasión, nos empuja a la evangelización. Jesús, habiéndonos hecho percibir el sufrimiento de su Corazón, roto por el pecado y la indiferencia de los hombres, nos pide que anunciemos a todos, por todos los medios que Él nos muestre, su deseo de que todo hombre vuelva a Él »[17]. Para que comprendiéramos bien que estas tres etapas están íntimamente ligadas, nos decía también: « Después de la adoración, tenemos, pués, la compasión. Le decimos al Señor: “¡Tienes que abrir mi corazón!” […]. Y poco a poco nos vamos transformando. Y pasamos entonces, de la compasión corporal a la compasión espiritual. » Así pués, Pierre hace aquí otra distinción: la compasión corporal es una compasión que se traduce por actos de caridad concretos, para ayudar a la gente en su vida concreta. Y la compasión espiritual es, exactamente, para ayudarles a la escala de su alma. Y Pierre continuaba así: Decimos: “Señor, ése está enfermo… ¡Tengo que ocuparme verdaderamente de él! ¡Y mira toda esa gente en esta ciudad, que no te conoce… que vive sin saber de ti!”. Y entonces nos sentimos empujados a anunciar el nombre de Jesús »[18].  Creo que Pierre, en esta cita, nos muestra bien el vínculo profundo entre esas tres palabras, que no son en absoluto un eslogan sino, mucho más profundamente, lo que él vivía: adoración, compasión, evangelización. Y podría resumirlo aún de esta otra manera:

Resumiría así: la adoración es la fuente de la salvación de las almas y engendra la compasión, que nos empuja a prestar ayuda a los que sufren y a estar más cerca de los pobres. Esta caridad que inflama, entonces, nuestro corazón, nos incita a anunciar a todos la Buena Noticia de la salvación. Leemos en el evangelio: « Jesús vio una gran multitud y sintió compasión de ella, porque andaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas » (Mc 6, 34). Este versículo de San Marcos destaca que la enseñanza, el anuncio de la Buena Noticia, eran para Jesús la consecuencia directa de su compasión por la multitud. Como Cristo, Pierre no podía permanecer indiferente ante la sed de toda esa gente que vaga sin encontrar sentido a su vida, sin ser guiada ni iluminada.

Esta caridad ardiente que abrasó el corazón de Pierre Goursat toda su vida, era, de hecho, la fuente y el “motor” de su celo misionero. Será el tema de la próxima enseñanza.

 

____________

[1] Taller « Del grupo de oración a la comunidad », sesión de Paray-le-Monial, 5 julio 1979.

[2] Notas preparatorias para una enseñanza, 24 junio 1980.

[3] Retiro de la Fraternidad de Jesús en Paray-le-Monial, 31 diciembre 1979.

[4] Encuentro Fraterndad de Jesús, 25 junio 1977.

[5] Enseñanza durante un fin de semana comunitario en Touraine, 19 noviembre 1988.

[6] Enseñanza a los jóvenes, finales de 1981.

[7] Retiro de la Fraternidad de Jesús en Paray-le-Monial, agosto 1979.

[8] Enseñanza en Paray-le-Monial durante el retiro de la Fraternidad de Jesús, agosto 1978.

[9] Enseñanza durante un fin de semana comunitario, 21 junio 1981.

[10]Encuentro Fraternidad de Jesús, 25 junio 1977.

[11] Retiro de la Fraternidad de Jesús en Paray-le-Monial, diciembre 1980.

[12] Retiro de la Fraternidad de Jesús en Paray-le-Monial, agosto 1979.

[13] Taller « Del grupo de oración a la comunidad », sesión de Paray-le-Monial, 5 julio 1979.

[14] Taller « Del grupo de oración a la comunidad », sesión de Paray-le-Monial, 5 julio 1979.

[15] Encuentro de las consagradas de la comunidad del Emmanuel, 2 diciembre 1985.

[16] Jornada de las asambleas de oración de París, 13 marzo 1976.

[17] Notas preparatorias para un aenseñanza, 24 junio 1980.

[18] Taller « Del grupo de oración a la comunidad », sesión de Paray-le-Monial, 5 julio 1979.