Podcast – Vida comunitaria y comunión fraterna

Francis Kohn

Vida comunitaria y comunión fraterna

 

En una precedente enseñanza, subrayé que una consecuencia directa de la efusión del Espíritu había sido para Pierre Goursat el « don de los hermanos ». Saliendo del fin de semana de Troussures en febrero de 1972, Pierre y Martine Laffitte dicen que se han reconocido como « hermano y hermana », a pesar de que se conocían poco hasta entonces y que eran, uno y otra, muy diferentes en edad, educación y recorrido espiritual. Es el Espíritu Santo quien les reunió de manera misteriosa y les inspiró el deseo de encontrarse cada tarde para rezar juntos. A partir de mayo de 1972, otras personas fueron embarcadas también en esta gran aventura de los primeros grupos de oración, donde  la vida fraterna era muy intensa y palpable.

 

En esta charla, abordaré 7 puntos diferentes.

 

-1) La comunidad, lugar de santificación donde sostenerse en un contexto difícil

En la vida espiritual, “damos vueltas en redondo” y retrocedemos si no avanzamos. Pierre Goursat afirmaba: « Hay que avanzar, y no se puede avanzar solo; pero juntos podemos de verdad avanzar »[1]. Recordaba a menudo que un cristiano aislado está en peligro; pero que, inversamente, « un hermano apoyado en un hermano es una villa inexpugnable » (cf. Pr 18, 19). Pierre tenía una conciencia aguda de la fuerza del combate espiritual que se libraba en la Iglesia y en el mundo: « Estamos en un drama cósmico; hay un combate espiritual intenso. Puede que algunos no hayan comprendido aún la intensidad de esta batalla, que es una batalla de amor »[2].

El combate espiritual es, en efecto, una realidad ineludible de la vida cristiana. Cuanto mayor es nuestra determinación de seguir al Señor, más nos ataca el enemigo. San Pablo escribe: « Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que estás en las alturas » (Ef 6, 12). Por eso, como explica San Pablo en los versículos siguientes, no es con las armas del mundo, sino con las del Señor, como debemos combatir al Adversario.

Pierre Goursat señalaba que el nombre « Emmanuel », « Dios con nosotros », que había sido recibido en la oración en 1973, evoca la presencia operante y protectora  de Dios, quien – en el Antiguo Testamento – marcha en medio de su pueblo y combate con él.

Pierre sabía que en una sociedad descristianizada como la nuestra, es muy difícil – y hasta imposible – ser fieles al Evangelio y mantenerse firmes, avanzar a contracorriente de las ideologías y modos de vida incompatibles con el mensaje cristiano. Consideraba la vida fraterna como una ayuda indispensable para progresar en la vida cristiana. En sus enseñanzas, Pierre destacó este punto en varias ocasiones. Decía: « El Señor quiere que vivamos en comunidad, quiere que tengamos de verdad el apoyo de los hermanos »[3].

Pierre señalaba la importancia de apoyarse concretamente los unos en los otros: «Tenemos que llevarnos unos a otros, porque solos no podemos sobrevivir; pero todos juntos, resistimos. Es verdaderamente “Emmanuel, Dios con nosotros” »[4].

Juntos, fortificados por una vida fraterna animada por la caridad, es más fácil renunciar a las tentaciones de la vida mundana y superficial a la que nos empuja la sociedad de consumo individualista en la que vivimos. Venimos a beber, en la vida comunitaria, las fuerzas espirituales necesarias para vivir como cristianos en medio de nuestras actividades cotidianas y dar testimonio de nuestra fe.

Pierre Goursat utilizaba a veces la imagen de la montaña, para explicar que somos como los alpinistas que deben estar encordados cuando emprenden el ascenso a las cimas. Si uno de ellos resbala, como sigue amarrado a los otros, evitará caer en una grieta. El apoyo que supone la vida comunitaria asegura esta protección y nos permite continuar juntos nuestro camino y progresar hacia las cimas de la santidad.

La vida fraterna en comunidad es primeramente un lugar de santificación, donde acudimos para profundizar en la oración y formarnos. La vocación de la Comunidad del Emmanuel es precisamente permitirnos a cada uno « vivir en el mundo, sin ser del mundo », como nos invita Jesús: « No son del mundo, como yo no soy del mundo » (Jn 17, 14).

Desde el principio de su pontificado, le papa Francisco no cesa de exhortarnos a huir de la « mundanidad » que nos aleja de nuestra vocación de cristianos y debilita nuestro testimonio.

San Pablo nos exhortaba ya a ello, cuando decía: « No toméis por modelo el mundo presente, sino transformad vuestra forma de pensar, para discernir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto » (Rm 12, 2).

Vivir como cristianos en este mundo tal como es, con sus derivas y sus peligros, pero igualmente con sus expectativas y aspiraciones, implica que hagamos opciones, a veces difíciles, para poner al Señor en primer lugar en nuestra vida. Debemos, pués, jerarquizar nuestras prioridades, afín de tener una vida de oración y sacramental regulares y de dar preferencia a los diferentes encuentros comunitarios que nos son propuestos: reuniones de maisonnée, fines de semana de formación, actividades de evangelización… Para ello, debemos renunciar, en ocasiones, a demandas que no son malas en sí, como reuniones de familia, relaciones amicales, diversiones… Pierre insistía en la importancia de estos discernimientos permanentes que manifiestan nuestra determinación de seguir al Señor.

Para Pierre Goursat, la Comunidad no era un fin, sino un medio para permitir que el mayor número posible pudiera avanzar en el camino de la santidad y servir a la Iglesia. Decía: « En una comunidad de vida no residencial, el compromiso no es lo importante ¡es sólo un medio! El objetivo, lo importante, es la unión con Dios »[5]. Para él, la caridad y la cualidad de nuestra vida fraterna eran los fundamentos sobre los que debía edificarse y desarrollarse la Comunidad. Por ello esperó varios años antes de comenzar una “comunidad de vida”, hasta que fuese el fruto de una verdadera comunión espiritual. Indicaba a los miembros de  la Renovación cómo pasar de un grupo de oración a una vida comunitaria, tomándose el tiempo necesario para establecer bases sólidas:

« Es necesario, decía, que vuestros grupos de oración sean acogedores y llenos de caridad, para que poco a poco nazcan en medio de esos grupos de oración algunas almas que sientan la llamada a la vida comunitaria. Pero esto, cuando sea el  tiempo del Señor. No debemos adelantarnos al Señor, debemos esperar » […]. Y añadía: « Si no hay amor, es como si un coche no tuviera gasolina: no funcionará »[6].

 

-2) Una etapa importante durante el verano de 1976: el viaje a Estados Unidos y el retiro de las « tres semanas »

 En 1976, había una sola “maisonnée residencial”, que se había constituido en torno a Pierre en octubre de 1974 en Gentilly, y que el año siguiente se había ampliado y transferido a París, calle Gay-Lussac. Pierre Goursat piensa entonces que ha llegado el momento de franquear una nueva etapa, proponiendo la apertura de esta vida comunitaria a otros. Soñaba con ello desde hacía tiempo, pero esperaba que este deseo madurase en el corazón de sus hermanos y hermanas. Estaba atento al recorrido personal de cada uno y no quería constituir una comunidad sobre criterios humanos, sino asegurarse de que ello correspondía a la voluntad de Dios. Tuvo entonces la idea de proponer a los miembros de los grupos de oración del Emmanuel y de la Renovación Carismática francesa, un viaje a Estados Unidos para visitar varias comunidades, en particular la de Ann Arbor. Dos viajes fueron organizados entre el 27 de julio y el 23 de agosto, reuniendo unas 80 personas. Los participantes fueron profundamente impresionados por el poder de la alabanza, la radicalidad de las opciones de vida y la caridad vivida en estas comunidades americanas.

Pierre vuelve a París con la convicción de que era posible abrir la vida comunitaria a un gran número. A la vuelta, para que no quedase todo en la emoción del momento, propone a más de  40 personas, la participación en un retiro en  París. Nos encontrábamos cada tarde a la salida del trabajo, de 6 de la tarde a 10 de la noche, y además los fines de semana. La velada comenzaba con un largo tiempo de alabanza, seguido de enseñanzas a cargo de Pierre, Martine Laffitte, y varios de entre nosotros. Pierre describiría más tarde: «Pedíamos todos los días  al Espíritu Santo que nos indicase lo que había que decir. No preparábamos nada. El Espíritu Santo nos lo daba cada día. Cada uno hablaba por turno. Era verdaderamente carismático: todo nos era dado. Era verdaderamente algo muy fuerte. Esto nos unió fuertemente. »[7].

Después de la enseñanza, comíamos un bocadillo, intercambiando entre nosotros -los hombres por un lado y las mujeres por otro-, cómo había percibido cada uno la llamada del Señor y cómo deseaba responder a ella. La velada se terminaba con un tiempo de adoración todos juntos. Experimentábamos una gran alegría al encontrarnos así todas las tardes. Los dos fines de semana fueron la ocasión de conocernos mejor, de orar más largamente juntos y de ponernos todos juntos a la escucha del Espíritu Santo en una profunda comunión espiritual. Pierre nos recordaba que debíamos ir a lo esencial, que había una particular urgencia de responder a la llamada del Señor con cierta radicalidad, y que había que arraigarse en el Señor al mismo tiempo.

Al final del retiro, Pierre propuso comprometerse en esta vida de comunidad a los que lo desearan. Todos los participantes aceptaron. Muy rápidamente, se abrió a otras personas que frecuentaban los grupos de oración del Emmanuel. Si bien la comunidad estaba en germen desde hacía 4 años, este retiro constituyó el acto y el momento fundador. Fue entonces cuando se establecieron los encuentros comunitarios de oración y de formación mensuales, las maisonnées y el acompañamiento personal, que  Pierre Goursat consideraba necesarios para sostenernos mutuamente y para construir la Comunidad sobre bases sólidas.

 

– 3) La maisonnée y el acompañamiento personal, pilares de la vida comunitaria

– a) La maisonnée:

En la vida comunitaria, Pierre quiso siempre, -salvo raras excepciones bien discernidas en vistas a la misión-, que las familias no vivieran juntas ni con laicos en la misma casa, afín de respetar la vida de las parejas y que los padres asumieran plenamente su responsabilidad de educación con respecto a sus hijos. Tuvo la misma vigilancia respecto a la convivencia mixta. Como al principio la mayoría eran solteros –estudiantes y “jóvenes profesionales”-, había numerosas “maisonnées residenciales”, para chicos y chicas separados.

Pierre Goursat era muy fiel a las reuniones de maisonnée, y cuando dejó su cargo de moderador ¡tenía incluso 2! , ya que, además de su maisonnée « oficial », decidió participar también en la de los sacerdotes de la parroquia de la Trinidad, primera parroquia confiada a la Comunidad en 1986, en París.

El compartir que vivimos cada semana en maisonnée, tiene por objetivo que nos centremos en la  Palabra de Dios, que nos demos testimonio mutuo de cómo ella opera en nosotros y nos convierte, que nos animemos a ser fieles en la oración, la misa y los sacramentos. Si vivimos nuestras reuniones de maisonnée en un clima de oración, de confianza mutua, sin juicio de unos para con otros, serán entonces un lugar de santificación y de intercambios fraternales benéficos. Podemos expresar sobriamente lo que vivimos, sin  contar nuestra vida. La maisonnée es también una ocasión para confiar nuestras dificultades y nuestros desánimos a los hermanos que nos rodean y de pedir su oración.

Destacando la importancia de tener una mirada misericordiosa sobre nuestros hermanos y hermanas de comunidad, Pierre decía: « El amor misericordioso de Jesús nos envía a los hermanos que rezan por nosotros. Así que, si sentís una dificultad u otra cosa, no dudéis en decírselo a vuestro acompañante, que verá el buen momento, y los unos y los otros rezarán por vosotros, y recobraréis la alegría y la paz »[8].

 

– b) El acompañamiento:

No siempre podemos expresar a nuestro jefe de maisonnée todo lo que vivimos. Pierre vinculaba esto con el acompañamiento y explicaba: « Cuando el jefe de maisonnée toma decisiones, pone un poco a cada uno en su sitio. Pero puede parecernos que siempre mira demasiado desde el fuero externo cuando decide tal o tal cosa. Y si una persona no se siente demasiado en confianza, o por timidez no se atreve a decir nada,  al final se puede sentir herida o bloqueada. O bien puede no sentirse verdaderamente en su sitio, sentirse presionada. Para ello, precisamente, están los acompañantes, con quienes se puede uno explayar, quejarse, decir: “Escucha, ¡muy amable por tu parte, pero estoy completamente atrapada […] entre dos, y ya no me siento en mi lugar!”. Todo esto, puede decirlo amablemente  y sin resentimiento [a su acompañante] »[9].

Pierre Goursat consideraba esencial el acompañamiento fraterno que vivimos en la Comunidad. Explicaba: « El acompañamiento espiritual es muy importante, porque no podemos santificarnos solos. Sobre todo en el mundo en el que vivimos,  solos no podemos sobrevivir. ¡Juntos… o nos derrumbamos! »[10].

Desde el principio de la Comunidad, Pierre Goursat fijó como regla para el acompañamiento que los hombres fuesen acompañados por hombres, las mujeres por mujeres y las parejas, por parejas. Pierre quiso separar las funciones de autoridad y de acompañamiento, afín de distinguir bien lo que depende del fuero externo y del fuero interno, a diferencia de la mayoría de las comunidades carismáticas americanas o francesas, en las cuales los responsables tenían una función de consejo sobre las personas que dependían de ellos. Esta distinción importante es una  regla esencial de la Iglesia. El fuero interno concierne la apreciación de un acto respecto a la conciencia personal, mientras que el  fuero externo se aplica a lo que puede ser intercambiado y discernido a partir de criterios objetivos externos: por ejemplo, el ritmo de vida, la oración, la participación regular en la misa, la vida fraterna o los compromisos apostólicos. Debido a su gran experiencia, Pierre conocía bien la naturaleza humana y sus debilidades, pero tenía una esperanza profunda en las personas. Reunía a menudo a todos los acompañantes, para formarles y ayudarles, retomando situaciones encontradas en acompañamiento, sin citar a las personas, para conservar la confidencialidad.

Pierre precisaba que el acompañante no reemplaza al director espiritual, sino que tiene un papel complementario. Tomando la comparación del papel del médico y de la enfermera, decía:

« El acompañante es al padre espiritual, lo que la enfermera, al médico. El médico os hace la receta y luego se marcha. En general, como no nos cuestan caras por la Seguridad Social, compramos las medicinas y luego no las tomamos […]. Por eso necesitamos a la enfermera, que nos diga: “Tiene que ponerse esta inyección; tiene que tomar los medicamentos con regularidad de manera seria.” »[11].

Y, como al principio de la Renovación, algunos sacerdotes no comprendían el sentido del acompañamiento tal como se vive en la Comunidad, Pierre retomaba esta misma comparación  en otra enseñanza. Decía: « Se perfila entonces, a lo lejos, la sombra del padre espiritual, diciendo: “Pero bueno, ¿qué son todos esos acompañamientos? Es inadmisible. Yo soy su director espiritual. No entiendo todo esto. Y además es muy peligroso, en primer lugar » […]. Pierre continuaba así: «Pues bien, le respondéis: “¡No, Padre, no es en absoluto como usted piensa! Usted es el padre de nuestras almas. Usted es el médico del alma.” Coged un tono teatral: “del aaalma…”. Y continuad: “Y nosotros somos simplemente enfermeras, ¡nosotros aplicamos su tratamiento! Porque, se lo digo aquí entre nosotros: no aplican su tratamiento [esas personas que usted recibe en dirección espiritual]. Vienen a verle cada tres semanas, a por una nueva receta. Pero no han tomado nada desde la vez anterior. ¡Lo han tirado a la basura! »[12].

Pierre utilizaba la imagen de los guijarros arrastrados por el mar, para mostrar que en la vida comunitaria y fraterna nos dejamos modelar por Dios, frotándonos unos contra otros. A propósito del acompañamiento, decía: «Es el sacramento de los hermanos que se apoyan unos sobre otros y se supervisan unos a otros. Es también una fuente de santidad, pues, como dice San Juan de la Cruz, a los hermanos se les ha puesto juntos, para que al golpearse como guijarros en el mar, puedan pulirse mutuamente. ¡Al final terminamos muy “educados”! » (Risas) Y añadía: « No se trata de una obra humana, es una gracia »[13].

Pierre tenía mucho humor y le gustaban los juegos de palabras. Aclaro, para los que no son de lengua francesa, que en francés, la palabra « poli » que Pierre utilizaba aquí, designa a la vez una persona cortés, que observa los usos de la sociedad, ¡y un guijarro, que se vuelve liso y brillante cuando se frota con otros en el agua!

 

– 4) El amor fraterno es el fundamento y el cimiento de toda comunidad cristiana

San Lucas, autor de los Hechos de los Apóstoles, relata el largo discurso que San Pedro dirigió el día de Pentecostés a los que estaban presentes en Jerusalén por esta gran fiesta judía.  Les invita a la conversión y a bautizarse en el Espíritu Santo. Y he aquí los frutos de su predicación: «Aquel día se les unieron unas tres mil almas » (Hch 2, 41). Vemos que uno de los primeros frutos visibles de Pentecostés es la entrada en la Iglesia de miles de personas. Y, justo después, San Lucas añade: « Acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones […]. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común […]. Cada día, con un mismo espíritu, acudían con perseverancia al Templo, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar » (Hch 2, 42-46).

Más lejos, en Hch 4, 32, se lee: « La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma ». La comunión fraterna, manifestada por la unidad de los corazones, era, pués, el signo distintivo de la primera comunidad cristiana. Debe ser también el signo que caracterice la autenticidad de toda comunidad, como debe serlo de la nuestra, más allá de la diversidad de las personas que la constituyen.

Durante la Cena, Jesús había dicho a sus Apóstoles: «En esto reconocerán que sois mis discípulos: si os amáis unos a otros » (Jn 13, 35). Todos los que se unían a la Iglesia naciente, lo hacían tocados por la unidad de los primeros cristianos. Así, Tertuliano, que vivió a finales del siglo II y principios del III, testifica que los paganos se convertían viendo el amor que reinaba entre los cristianos. Aquellos paganos decían: « ¡Mirad cómo se aman! »[14].

En su Exhortación apostólica Redemptoris Missio, (la Misión del Redentor), publicada el 7 de diciembre de 1990, Juan Pablo II escribía: «Aún antes de ser acción, la misión es  testimonio e irradiación » (n° 26). Es esta comunión fraterna, fuente de unidad, la que hace que una comunidad sea atractiva y evangelizadora. Podremos quizás dar testimonio de Cristo con mucha seguridad, pero si el testimonio de nuestra palabra no está fundado y corroborado por nuestro testimonio de vida, no servirá de nada. Lo primero que irradia es el testimonio, mostrar que vivimos con Cristo; y  entonces nuestra palabra tiene resonancia y puede tener impacto sobre los que nos escuchan.

Pierre Goursat tenía una viva conciencia de ello y nos exhortaba encarecidamente, así: « La Comunidad es primeramente una comunidad de amor, de afecto espiritual mutuo. Y esto es esencial, porque si no nos amamos unos a otros, somos unos mentirosos. No podemos amar a Dios si no amamos a nuestro prójimo. Todos lo sabéis, pero no debemos olvidarlo jamás »[15].

 

-5) La vida comunitaria, escuela de humildad y de caridad

San Pablo nos da estos consejos útiles para la vida fraterna: « Revestíos de compasión entrañable, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Soportaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro» (Col 3, 12-13). Decía también: « Poneos al servicios unos de otros, por amor » (Ga 5, 13).

Pierre Goursat consideraba precisamente la comunidad como una escuela de humildad y de caridad. Nos invitaba a vivir la caridad, la abnegación, y el don de sí, en las múltiples ocasiones que procura la vida comunitaria y los servicios que se nos pueden solicitar: « Es importante, decía, que aceptemos pequeños servicios aquí y allá -lo que se nos pida-, porque esto suscita un amor, una alegría, una caridad verdadera en la comunidad. »[16].

Pierre nos animaba siempre a ser benevolentes, a tener una mirada positiva sobre los demás, a alegrarnos de los dones y cualidades recibidos por nuestros hermanos y hermanas, sin compararnos. Sabía resaltar las cualidades de los demás y tenía la capacidad de solicitar lo mejor de los que le rodeaban. Un hombre casado, escribe: « Pierre tenía el don de los hermanos […]. Hacía brotar siempre el bien en los hermanos ». Una mujer soltera, precisa: « Pierre es un ejemplo de humildad… su amor hacia todos, valorizándolos; no se ponía en primer plano, […] no era un líder que aplastase, era un líder que daba un lugar a todos los pequeños que le habían sido confiados ».

Pierre se comportaba como un hermano entre sus hermanos. En su manera de ejercer el gobierno de la Comunidad, nos ayudaba a dar lo mejor de nosotros mismos al  servicio de los demás. Con su discernimiento afinado, sabía confiarnos los servicios o responsabilidades que nos convenían y nos empujaba a desarrollar talentos que desconocíamos. Con su humildad y su gran disponibilidad al Espíritu Santo, Pierre nos enseñaba a no tomarnos demasiado en serio y a no contar únicamente con nuestras fuerzas humanas; a no apropiarnos la misión que se nos había confiado, sino a abandonarnos a Dios.

Desde su juventud, Pierre había tenido una salud muy precaria y fuerzas físicas limitadas. Se apoyaba en sus hermanos y hermanas de Comunidad. A menudo, era el inspirador de nuevos proyectos, fruto de numerosas ideas e intuiciones que había recibido en la oración; pero sabía delegar y confiar en sus colaboradores.

Querría destacar un punto, mencionado en la enseñanza sobre la humildad, que se ponía de manifiesto concretamente en la vida fraterna: la discreción y sencillez de Pierre. Hoy día, la Comunidad del Emmanuel es bien conocida, incluso reconocida por la Iglesia, ¡pero pocos conocen el nombre de su fundador! Porque Pierre Goursat no quiso jamás hacerse notar. Muchos hermanos y hermanas dan testimonio de esto. Uno dice: Pierre « no quiso jamás hacerse pasar por un gurú ». Otro afirma: era « un hombre delicado y humilde, que no jugaba jamás al jefe haciendo sentir una superioridad, sino que aparecía siempre modesto, oculto y buscando más bien el último lugar.». Esto era igualmente cierto durante los encuentros comunitarios que en la vida de cada día. Cuando una familia le invitaba, estaba atento a cada uno, se interesaba por los niños, compartía la comida con una gran sencillez.

Un sacerdote de la Comunidad, precisa: « No existía culto alguno a la personalidad de nuestro fundador, sólo un gran cariño de todos los que le conocían. ». A una joven que caminaba en la Comunidad le impactó mucho su primer encuentro con Pierre en la  Péniche: « Me impresionó -dice ella- la sencillez de la vida de Pierre, que vivía allí, en aquellos pocos metros cuadrados. Me dije: “¡No puede ser un gurú, viviendo así de simplemente!” ». Un obispo francés se sintió, también él, profundamente marcado por su primer encuentro con  Pierre, por « ese aspecto de simplicidad, de modestia, de desposesión ». Dice: « No tenía aires  de jefe, estaba desposeído de sí mismo, abandonado a la gracia ».

 

-6) Ponerlo todo por obra para preservar el precioso don de la unidad

Pierre tenía se preocupaba de que cada uno, en nuestro lugar, llegásemos a ser las « piedras vivas » de ese edificio espiritual que Dios construía a través de la comunidad naciente. Afirmaba: « Estas piedras vivas sólo pueden constituirse si la piedra angular –que es Jesucristo, que ha sido rechazado por los constructores la ponemos como piedra de hecho. Y, entonces, con esta piedra podemos construirlo todo, porque ella lo une todo, lo unifica todo. Y si el Espíritu Santo no está ahí uniendo a la comunidad, se produce la explosión. Una explosión y un bloqueo en el crecimiento » Y añadía: « La gracia de la comunidad, es esto»[17].

Pierre subrayaba que la caridad fraterna, fruto del Espíritu Santo, constituye el cimiento de esta unidad: « Amarse unos a otros como Dios nos ha amado, no parece fácil […], pero el Espíritu Santo nos ama y estamos unidos en Él. ¡Es fácil, por lo tanto! »[18]. Le asombraba ver que la Comunidad se mantenía, crecía y se afirmaba, cuando todo parecía oponer humanamente a sus primeros compañeros, que tenían caracteres fuertes. Se maravillaba de esta unidad que el Espíritu Santo operaba entre nosotros y daba gracias al Señor por ella. Explicaba: « En Pentecostés, el Señor nos sumerge unos con otros en el amor […]. Es asombroso ver cómo nos une el Espíritu Santo. Tenemos la impresión de ser una gavilla y que la gavilla está ligada; y si esta gavilla viniera a desligarse, todo se derrumbaría. Pero con el Espíritu Santo, todo se mantiene.»[19].

Para Pierre Goursat  la no crítica era una « regla de oro ». Afín de preservar este don precioso de la unidad, velaba por apaciguar todo principio de discordia. Nacido en una familia de humoristas, sabía que la ironía puede herir profundamente y degenerar en malicia,  acarreando consecuencias nefastas y duraderas. Pierre invitaba a cada uno a «poner un freno a su lengua » (cf. Jc 1, 26) y a desterrar el chismorreo, fuente de cizaña y divisiones. Distinguía entre “espíritu crítico”, que es positivo y permite analizar las situaciones, y “espíritu de crítica”, que comporta un juicio de valor negativo sobre las personas. La única regla que impuso a los miembros de la Comunidad, es la de no criticar jamás… ¡ni siquiera bromeando! Era intransigente sobre este punto y no dudaba, cuando hacía falta, en practicar la corrección fraterna. ¿En qué consiste ésta?  Comentando el capítulo 18 del evangelio de Mateo, Benedicto XVI explicaba: « El amor fraterno comporta un sentido recíproco de responsabilidad; de manera que, si mi hermano comete una falta contra mí, debo dar muestras de caridad hacia él y antes de nada hablarle personalmente, señalándole lo que ha dicho o hecho que no está bien. Esta manera de actuar se llama corrección fraterna: no se trata de una reacción a la ofensa sufrida, sino de un gesto de amor hacia mi hermano »[20].

La corrección fraterna, por lo tanto, debe ser practicada por amor, afín de ayudar a nuestros hermanos y hermanas a convertirse, a vivir en la verdad. No se trata de juzgarles o de condenarles, sino de amarles con la benevolencia y la misericordia que Cristo tiene para con  cada uno de nosotros. Implica por nuestra parte mucha humildad y caridad, paciencia y misericordia. Os voy a dar un ejemplo que muestra como practicaba Pierre la corrección fraterna. Habiendo oído decir que una hermana tenía una fuerte tendencia a criticar, la hizo venir a la Péniche y le dijo: « ¡Si sigues así, tu lugar no está en la Comunidad! ». Esta firmeza de Pierre le fue saludable a la hermana, que declaraba más tarde que la había ayudado a cambiar de comportamiento.

La benevolencia y la caridad que Pierre Goursat trataba de suscitar en el seno de la Comunidad del Emmanuel, quería vivirla también con los otros grupos de oración y comunidades nacidas de la Renovación Carismática, en una época en la que habían aparecido tensiones. Para promover las buenas relaciones entre todos y evitar la competencia y las envidias, propuso a los diferentes responsables una “carta de la caridad” por la cual cada uno se comprometía a no criticar a las otras comunidades y a hablar bien de ellas.

En un artículo de Il est Vivant!, titulado El ejercicio de la caridad, que Pierre había largamente madurado en la oración, exponía el proceso espiritual que nos lleva a alegrarnos de los dones de los demás y la manera de progresar en la vía de la unidad. Os invito encarecidamente a leer en su integralidad este artículo publicado en julio de 1978 (n° 19) que, pienso, aparecerá en línea en el sitio « Pierre Goursat y sus hermanos ». He aquí algunos pasajes:

« La mayoría de las veces, pecamos por exageración negativa, no por error o mentira.  Lo que hemos visto es verdad, pero hemos agrandado desmesuradamente un detalle, en detrimento de lo esencial. No olvidemos que la lucidez sin Amor, es la mirada del demonio, no la de Jesús […]. El Espíritu Santo […] nos enseña a ver con ojos diferentes de los de la razón humana […]. Así, poco a poco, podremos mirar a nuestros hermanos alegrándonos de  descubrir en ellos, cada día más profundamente, el trabajo de la gracia […]. Sus debilidades serán así relativizadas, encontrando su lugar justo; y aunque persistan, ya no bloquearán la vista… Es al Señor, verdaderamente, al que poco a poco vamos viendo vivir en nuestros hermanos y expresarse a través de ellos. Así, porque nos sabemos miserables y perdonados, nos volvemos indulgentes con la miseria de los otros: nos volvemos misericordiosos. Y, si estuviéramos tentados, una vez u otra, de glorificarnos de algún éxito, la constatación evidente de nuestra indignidad y de nuestro pecado nos disuadiría rápidamente […]. Esta sobreabundancia de amor nos colma de alegría y de acción de gracias porque abre nuestro corazón […]; y no podemos seguirle si conservamos un corazón endurecido por la crítica y los ojos fijos en todo lo que no va bien en torno nuestro […]. Esta exultación interior […] borra de nuestro corazón toda traza de temor o envidia, hace desaparecer todo deseo de compararnos con los demás […]. En el Espíritu Santo, la competencia desaparece para convertirse en estímulo y emulación en el Amor […].

El tiempo que pasábamos antes en críticas y en palabras vanas, deberíamos, desde hoy, pasarlo en oraciones por nuestros hermanos […]. Ya no tenemos, así, como los apóstoles antes de la Pasión, la tentación de saber « cuál de entre ellos es el más grande », qué comunidad prefiere Dios. Nos regocijaremos, por el contrario, con cada uno de ellos, por las gracias que el Señor les da, por lo que realiza en ellos y a través de ellos ».

Pierre hacía, seguidamente, proposiciones concretas que cada uno podía aplicar. El subtítulo era  Comprometernos a no volver a criticar. Pierre escribía:

« He aquí, como ejemplo, una lista de puntos concretos en los que cada cual se podrá inspirar:

-no criticar a un hermano o a una comunidad, ni siquiera bromeando;

-cuando algo no marcha en mi comunidad:

1) considerarme responsable y orar para que mejore;

2) no hablarlo con personas a las que se correría el riesgo de perturbar inútilmente, sin solucionar el problema de fondo;

3) orar para saber con quién hablar, el momento de hacerlo y lo que sería bueno decir.

-Si una vez u otra caigo de nuevo en la crítica, escribir a los hermanos o a la comunidad implicados, para pedir perdón, estén o no al corriente de esta crítica.»[21].

 

       Conclusión

La vida fraterna es una gracia que se nos da para progresar juntos en el camino de la santidad, sostenernos y animarnos. La vida comunitaria es exigente y puede parecernos a veces costosa, porque nos falta aún hacer progresos para comprender y desear esta exigencia, que es la del amor. San Pablo nos invita a ella en el himno a la caridad:

« El amor es paciente, el amor es servicial; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta ; no se irrita ; no lleva cuentas del mal ; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad; todo lo soporta, todo lo cree. El amor no pasa nunca. » (1 Co 13, 4-8).

 

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[1] Retiro de las tres semanas, 15 septiembre 1976.

[2] Fin de semana comunitario, 21 junio 1981.

[3] Fin de semana de los primeros compromisos comunitarios, 18-19 junio 1977.

[4] Fin de semana comunitario, 22 septiembre 1979.

[5] Sesión de Paray-le-Monial, julio 1977.

[6] Sesión de Paray-le-Monial, 5 julio 1979.

[7] Testimonio de Pierre Goursat, julio 1986.

[8] Intervención durante un retiro de la Fraternidad de Jesús, Paray-le-Monial, 9 agosto 1978.

[9] Retiro de la Fraternidad de Jésus, Paray-le-Monial, 9 agosto 1978.

[10] Sesión de Paray-le-Monial, 9-14 julio 1977.

[11] Intervención durante un retiro de la Fraternidad de Jesús, Paray-le-Monial, 8 agosto 1978.

[12] Sesión de Paray-le-Monial, 9-14 julio 1977.

[13] Retiro de Fraternidad  de Jesús, Navidad  1980.

[14] Tertuliano, Apologética, n. 39 § 7.

[15] Fin de semana comunitario, 1º de abril 1979.

[16] Retiro de la Fraternidad de Jesús, Pascua 1982.

[17] Fin de semana comunitario, 20 septiembre 1981.

[18] Fin de semana comunitario, 27-28 noviembre 1976.

[19] Charla, 23 mayo 1976.

[20] Benedicto XVI, Angelus, Castel Gandolfo, 4 septiembre 2011.

[21] Pierre Goursat, El ejercicio de la caridad, Il est Vivant !, n° 19, julio 1978, 12.